En casi todos los trabajos de corrección de estilo, llega un momento en que se debe redactar algún fragmento, un nuevo párrafo, etc. Esto no supone ningún problema y, de hecho, forma parte del trabajo de los que, además de editores, somos correctores.
Por ejemplo, como corrector, uno se puede encontrar con encargos en los que le pidan que redacte unos pequeños resúmenes de capítulos, sinopsis, pies de fotografías o elementos gráficos que se van a insertar después, etc.
El objeto de debate viene cuando lo que el autor, de una forma disfrazada de corrección, propone es la redacción casi completa (o completa) del texto que se le ha facilitado. Es ahí donde aparece la conocida figura del
«negro literario».
Un negro literario es el autor de un escrito u obra en la sombra, así de sencillo.
Estoy completamente seguro de que si me acerco a una cadena de librerías muy conocida y miro en las estanterías dedicadas a las novedades y más vendidos, podré encontrarme con que la mitad de los libros allí expuestos no hayan sido escritos por aquellos que figuran como sus autores, falsamente.
Es una lástima que gente que nada tiene que ver con el mundo de la literatura (véase con todo mi descaro el libro de la periodista Ana Rosa Quintana, Belén Esteban y otros tantos) aproveche el tirón de fama para sacar un libro, es algo a lo que yo llamaría
intrusismo profesional (y el término sujeto con pinzas, que no es cuestión de ir dando explicaciones de por qué escribimos los que queremos escribir, o si tenemos derecho a hacerlo), pero lo cierto es que a todo el mundo le hace ilusión verse publicado y por eso, no es de extrañar que mucha gente busque autores que se dediquen a escribir sus obras. Aunque tampoco es necesario ser una persona totalmente desvinculada al ámbito literario para
suscribir estos servicios, hasta el propio Alejandro Dumas lloró en el funeral del
negro que escribía sus prolíficas obras, pero en aquel funeral había otro
negro que también lloraba por el que le encargaba las obras por escribir. Finalmente el autor se quedó con el
negro del
negro.
Hablando de este concepto, quiero aclarar que voy a tratar este tema desde el respeto y desde el punto de vista de
un corrector al que sólo se le paga por corregir y no por escribir una obra.
Por ello, entra en juego otro aspecto:
la ética del profesional. En el caso del corrector de estilo, será él el que decida si lo hace o no. Por suerte o desgracia, un factor fundamental será la remuneración por la labor de corrección, me juego la mano derecha. Por ello, estimado corrector, si ves que te encuentras en esta situación, ¡deja muy claros tus servicios!
A modo de curiosidad: Para poder escribir esta entrada, ha sido necesario un poco de investigación sobre este tema. Para mi sorpresa, he localizado varias empresas que se ofrecen para redactar textos y escribir obras completas indicándoles únicamente la temática, la idea inicial y los aspectos destacables de los personajes. Vamos, que son unos
cracks, eso sí tienen unos precios bastante elevados (aproximadamente doce céntimos por palabra), al fin y al cabo son los verdaderos autores.
Por ello, si estás pensando en contratar los servicios de uno de estos
autores encubiertos, querido autor de paja, te recomiendo que escribas tú mismo la obra y luego te pongas en manos de agentes literarios y editores que sabrán aconsejarte de forma profesional para que tu obra brille por luz propia y gracias a ti.